El sol brillaba en lo alto cuando los dos hombres
abandonaron el domicilio de Luisa Suárez. Caminaban ahora silenciosos con
dirección a la comisaría, sumidos en sus pensamientos. Gonzalo cargaba con unos cuantos paquetes de
hojas que habían tomado de la habitación de la joven por si pudieran contener
alguna de pista que les fuera de utilidad. Parecía más relajado después de
abandonar el barrio pesquero y a punto había estado de ponerse a silbar una
canción. Su buen humor a menudo contagiaba al del inspector pero las de aquel
momento no eran circunstancias muy propicias para canciones.
Sierra, apoyado en
su bastón y caminando con dificultad, pensó en aquella familia destrozada.
Durante la guerra había visto a cientos de hombres fuertes llorar, llorar de
dolor o por la pérdida de algún amigo o familiar. « ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por
qué?» era la pregunta que millones de españoles se hacían ante la guerra,
siempre la misma, pero no había respuesta. Juraría que nunca podría llegar a
acostumbrarse a aquella imagen: a la del duelo, a la de la infamia y la
desesperación. La desesperanza de verse privados de los sueños. Volvió a
centrar sus pensamientos en el presente. Debía de haber sido terrible para
aquel padre ver a su hija flotando en medio de las aguas, como un saco sin
vida. José. Su cara le resultaba terriblemente familiar. Quizá hubieran
combatido en el mismo bando, pero los años en el frente le habían parecido
siglos. Había conocido a tantos amigos y había perdido a tantos otros que, ante
un mare-magnum de recuerdos, le era imposible ubicar a todos los rostros con lo
que se había cruzado. De hecho, tenía serias lagunas de su estancia en combate.
Intuía que había estado en la cárcel, sabía con certeza que había matado y
había salvado, pero no sabía ni a quién, ni dónde, ni en qué circunstancias.
Secuelas postraumáticas, le había dicho un doctor y tal vez era mejor así. Los
pocos recuerdos que conservaba con nitidez se clavaban en su pecho y vivía con
miedo a que, de repente, le bombardeasen todos aquellos que creía
olvidados. Pero aquel hombre… en cuanto
le vio tuvo un pálpito. Volvería a hablar con él en los próximos días, cuando
estuviera más sereno le preguntaría si habrían coincidido en algún lugar con
anterioridad.
Una vez sentando en
su pequeño despacho comenzó a organizar la investigación. Ordenó al cuerpo de policía realizar una
búsqueda minuciosa por los alrededores, por el pequeño sendero que conducía a
las afueras de la villa y al acantilado, también por la zona de la ría.
Llevarían consigo a los perros, preguntarían a todos los vecinos, a los
transportistas y a los dueños de los comercios. ¿Por qué habría ido Luisa a la
zona del acantilado? ¿Habría llegado hasta allí por voluntad propia, o alguien
la habría obligado? Tal vez, debido a la escasa luz de sol de los días de
Enero, se habría perdido en la noche y caído por el precipicio. Algo similar le
había pasado hacía unos meses a un niño de nueve años. Todo el mundo se había
movilizado pensado que aquello sería una tragedia cuando, al cabo de un día y
medio, lo encontraron con hambre y muy asustado poco antes de entrar en el
bosque. El terreno había cedido por
culpa de unas obras recientes creando un foso de unos metros de profundidad del
que no había podido salir debido a su pequeña estatura.
Pero Luisa no tenía
nueve años, tenía veinticuatro, y no se había caído por un pequeño foso, sino
por un barranco.
Cuando todos sus
agentes hubieron comenzado sus quehaceres, el inspector Sierra se dispuso a
realizar su propia labor: se encargaría de otro tipo de investigación.
Revisaría todos los papeles de aquella escritora. Se habían llevado cientos de
hojas que descansaban en el escritorio o que se esparcían por la estancia. Tal
vez en alguna de ellas encontraría una razón que justificase por qué se habría
despeñado, como parecían indicar los hechos. Se sentía algo cohibido y en
cierto modo, un privilegiado por poder leer en primicia embriones de posibles
futuras novelas. Nunca había sido un ávido lector, pero su curiosidad era
grande. Había esquemas de tramas, descripciones de personajes o de parajes que
jamás se hubiera imaginado. Pasó el resto del día y hasta bien entrada la noche
leyendo cientos de comienzos y decenas de finales, hojas de frases sueltas que
luego se relacionaban unas con otras en los textos. Todo estaba escrito con
tinta negra y una caligrafía muy desigual pero con trazos infantiles, a veces
en mayúsculas, con una letra enorme o diminuta. Unas parecían estar escritas apresuradamente
y otras resultaba un placer leerlas. De lo que no cabía duda era que habían
sido realizadas por la misma persona, igualmente, decidió que lo consultaría
con los expertos calígrafos para cerciorarse. Le resultaba increíble como de la
mente de aquella chica podían salir tantas ideas y tan distintas. Es más, lo
que le parecía increíble era que de la cabeza de una mujer pudieran salir
proyectos que no estuvieran relacionados con la familia, el marido y poco más.
A mediados de los años cuarenta, no se sentía un hombre especialmente atrasado
pero pensaba que las mujeres deberían concentrarse en realizar las tareas de la
casa y tener y cuidar a los hijos. Las tasas demográficas habían caído en
picado en los últimos tiempos y ¿Quién
sino ellas podrían ponerle remedio?
Había que levantar el país y cada cual tenía su cometido y eso era algo
que tanto él como Marieta habían inculcado a su propia niña. Con dieciséis
años, Sara había aprendido a leer y a hacer las cuentas básicas para poder
organizar la economía familiar en un futuro. Era una muchacha muy bella que
había heredado los grandes ojos verdes de su madre. Le habían educado lo mejor
posible dadas las circunstancias, pero como era aplicada y discreta,
consideraba que no fuera a tener problemas para casarse, tal vez con un
acaudalado médico, le gustaba imaginar. Pensó en Andrea, la hija de José, y en
que posiblemente su matrimonio fuese lo mejor que podría haberle pasado a su
familia.
Hola: Acabo de descubrir tu blog y me gusta mucho la variedad de relatos que compartes . En este momento tengo un blog dedicado a los jóvenes y nuevas tecnologías que te invito a visitarlo: http://cativodixital.blogspot.com.es/ . Si quieres seguimos en contacto. Yo ya me hice seguidora de tu blog.
ResponderEliminarHola! Me alegro mucho de que te haya gustado! Me paso por tu blog y te sigo :)
EliminarUna parte genial. Me ha encantado conocer a Juan y, evidentemente, siguen surgiendo más preguntas. ¿Qué pasará? :)
ResponderEliminarNuevas preguntas respuestas muy pronto en el capítulo 4!!
EliminarEspero que te siga enganchando! :D
Ese Sierra no me agrada para nada -.-'
ResponderEliminarJaja,habrá que continuar leyendo ;)
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