El inspector, concentrado como estaba en la tabla de madera
que parecía esconder algo importante, no oyó los pasos que se acercaban por el
pasillo y, cuando sus ojos quedaron momentáneamente deslumbrados por una luz
cegadora, el primer pensamiento que pasó por su mente fue que el propio Juan
Villanueva le había descubierto con las manos en la masa. Cuál sería su
sorpresa al escuchar la voz de una mujer.
— ¿Qué hace usted aquí inspector? — Con el aire de
superioridad que la caracterizaba, Cecilia Villanueva se hallaba de pie, justo
delante de él sosteniendo una lámpara de aceite en su mano izquierda. — ¿No se
da cuenta que podría pedir a sus propios compañeros que le arrestaran de
inmediato por allanamiento de morada?
En hombre se levantó lentamente y la miró a los ojos. —
Señorita — le dijo — Podría yo hacerle la misma pregunta o ¿Acaso saben su
padre y su hermano que visita sus despachos a estas horas de la madrugada?
—Esta es la empresa de mi familia. Tengo derecho a estar
aquí.
—Derecho sí, pero permiso, permítame que lo ponga en duda.
La chica frunció el ceño — No ha respondido a mi pregunta
¿Qué hace aquí?
—Intento averiguar qué pasó con Luisa Suárez. Eso es todo.
— ¿En el despacho de mi hermano?
— Su hermano no está diciendo toda la verdad. Oculta algo y
tengo que saber qué es. — Mientras hablaba, el inspector se preguntaba cómo, en
presencia de la chica, iba a descubrir qué habría debajo de aquellos tablones
de madera. Tenía que ingeniárselas de alguna forma puesto que volver una
segunda noche sería demasiado arriesgado por su parte.
—Lo sé — dijo Cecilia ante la sorpresa del hombre —. Estos
días está muy raro. Está nervioso e insoportable. A veces temo que decida
tirarse él mismo por el precipicio al igual que su buena amiga — pronunció
éstas últimas palabras con retintín. — Trama algo y no sé qué es. Temo por la
empresa de mi familia y por eso estoy aquí.
Sorprendido por la
sinceridad de la joven el hombre no supo si aquello sería un golpe de suerte o
una trampa pero sea como fuere tenía que aprovechar la oportunidad, tal vez
aquella noche pudiera llegar a ser mucho más productiva de lo que hubiera
esperado.
— ¿Y qué está buscando exactamente?
— No estoy muy segura. Solo sé que Juan es muy metódico.
Siempre apunta todo lo que hace o los planes que tiene. Ha de tener algún tipo
de libro o agenda en la que revele cuáles son sus pensamientos o, lo que es más
importante, cuáles serán sus próximos movimientos. He rebuscado en su cuarto
esta tarde y allí no había nada. — Se quedó pensativa y de pronto preguntó —
¿Qué hacía usted en el suelo?
—Hay una tabla suelta — decidió arriesgarse —, creo que
puede haber algo escondido justo debajo.
— ¿Y qué sugiere que es?
— Creo que Luisa escribió una segunda novela. Y quién se
deshizo de ella estaba muy interesado, o bien en que no saliera a la luz para
que no le perjudicase o bien en sacarla a la venta para poder ganar mucho
dinero.
—Ambas teorías podrían relacionar a mi familia con la
tragedia — respondió en tono gélido. —Creo recordar que ya le he dejado claro
en una ocasión que deje de vincular sus investigaciones con los míos.
—Y yo creo recordar que usted me prometió una colaboración
de la que aún no he tenido noticia. Me va a resultar muy difícil no relacionar
a sus parientes o a usted misma con el caso teniendo en cuenta que la novela de
la joven trata expresamente sobre ustedes. ¡Es la historia de cómo se fundó su
empresa! ¡Todo el mundo lo sabe!
—Se cree muy listo, inspector. Con tantos años de profesión
y sus… digamos, poco ortodoxos métodos, piensa que está por encima de los demás
¿Me equivoco? — El hombre intentó disimular una mueca de asombro —Me he
informado bien. — Sonrió —Permítame que le aclare las ideas, viendo que ha
hecho sus deberes y ha leído el libro. Nadie, repito, absolutamente nadie a
parte de los miembros de mi familia saben los verdaderos entresijos de nuestra
compañía. Es posible que Juan le contase algo a Luisa. La historia superficial,
la que todo el mundo sabe: que mi abuelo en paz descanse, fue un hombre carente
de preparación académica pero con un olfato innato para los negocios. Metales
Villanueva fue su obra maestra y la culminación del sueño de su vida. Su
proyecto empresarial que antes de la guerra llegó a contar con más de
trescientos obreros, colocó a nuestra región en la vanguardia europea de los
productos galvanizados en tiempos de bonanza. Los negocios que hizo, o dejó de
hacer, con su socio no son competencia del pueblo.
— ¡Así que es cierto!
— exclamó — En la novela, aunque la metalúrgica la funda el personaje de
Fernando, aparece un segundo hombre que comprará la mayoría de las acciones de
la empresa y que, misteriosamente, muere hacía el final de la historia.
La chica se mordió el labio. — No se crea todo lo que lee.
— ¿Quién era ese hombre?
— Nadie que tenga que ver con la desaparición de Luisa. ¿Por
qué no la investiga a ella, inspector? Por qué no indaga en su pasado, en su
familia, en su prometido. La chica tenía muchos problemas ¿sabe? El libro era
el menor de ellos.
—No estoy tan seguro de eso ¿Qué opinó su familia de la
publicación?
—Entenderá que a mi padre no le hizo ninguna gracia.
Obviamente las similitudes con nuestra empresa son grandes, pero nadie sabe, ni
sabrá, a ciencia cierta qué es real o no, pues de eso trata la literatura.
Algunos lo llaman engaño otros, ficción. Hay quien dice que grandes crímenes se
encuentran escondidos detrás de grandes obras de arte pero sin pruebas, solo
queda la duda. Recuerde que mis tíos financiaron el proyecto. No lo hubieran
hecho si pudiera resultar perjudicial para sus cuñados y sobrinos. ¿Le parece
bien esa explicación?
—Sólo por el momento. ¿Qué puede contarme de los problemas
de Luisa? ¿Eran ustedes amigas?
—Esa es una historia algo más larga de contar.
—Tenemos tiempo — Era noche cerrada y aún quedaban unas
cuantas horas para ver salir el sol. La chica suspiró y comenzó a hablar.