Escuchó un silbido y después, silencio. Un silencio denso y cargado de terror. Miró a su compañero de trinchera justo a tiempo para indicarle que se tapara los oídos. A continuación, una explosión. Por la intensidad del sonido, calculó que la bomba debía de haber caído a un par de kilómetros de la base. Pensó en su mujer e hijos, probablemente refugiados en el sótano de su pequeña casa. Se los imaginó solos e indefensos y un dolor tan grande atravesó su pecho que sintió ganas de matar con sus propias manos a aquel que había empezado esa maldita guerra.
Otro silbido y de nuevo miedo. Un miedo que cual relámpago recorrió su
columna vertebral haciéndole casi convulsionar. Lo había oído demasiado cerca
y, antes de que tuviera tiempo para hacer cálculos, sintió cómo algo caía a su
lado haciéndole saltar por los aires, desmembrando su cuerpo como si de un
puzle se tratase, sacudiéndole en medio de la oscuridad. Escuchó la voz de
Marieta en su oído, tan dulce y suave como la recordaba. Por lo visto Dios había
sido misericordioso con él y había decidido no mandarle al infierno por todos
los hombres a los que había tenido que matar.
Sintió cierta presión en el brazo derecho y de nuevo la voz de su mujer:
«Despierta…» Logró abrir un ojo y después el otro creyendo distinguir sus
enormes iris verdes en la penumbra de la habitación. Alzó una mano, sorprendido
de que aún continuara anexionada a su cuerpo y le acarició la mejilla son
suavidad, tranquilizado por su tacto.
—Solo ha sido un mal sueño — la oyó susurrar. Suspiró aliviado al sentirse
alejado del campo de batalla. Los recuerdos aún eran tan nítidos, tan reales,
que se colaban en sus pesadillas casi cada noche. — Tienes que levantarte,
Gonzalo está aquí.
— ¿Qué hora es? — preguntó volviendo
lentamente a la realidad.
—Las cuatro y media de la madrugada.
Debe de haber sucedido algo grave.
Se sentó en el borde de la cama con torpeza, apoyando su pierna de
madera en el frío suelo de la habitación. Al contemplarla, casi pudo volver a
oír el sonido de la explosión. Sacudió la cabeza para alejar aquellos
pensamientos y sintió como Marieta le abrazaba. Ella, con su voz, paliaba su
dolor y aliviaba las heridas que se habían anclado en el fondo de su alma desde
hacía casi diez años, desde aquel diecisiete de julio, el día en el que la
muerte había aparecido en el país arrebatando sueños y esperanzas, dejando a
muchos hombres sin vida y a muchos vivos sin alma.
—Algún día las pesadillas desaparecerán.
Tal vez solo sea cuestión de tiempo.
Él suspiró — Dudo que logre redimirme
por todas las vidas que he sesgado ¿Por qué iba Dios a perdonarme cuando ni
siquiera soy capaz de mirarme al espejo y reconocer a la persona que un día
fui?
Marieta le miró con tristeza y acarició
sus brazos con el dorso de la mano. Rezaba con fe y confianza en la clemencia
del Todopoderoso, que les observaba desde lo alto de una cruz colgada en las
desnudas paredes de aquel cuarto.
Levantándose de la cama y ayudado por su
mujer, se vistió la ropa de trabajo no sin cierta dificultad: un traje negro
sobrio, con corbata anudada con esmero y una gabardina ya ajada por los años para
protegerse de las noches heladas del invierno. Recogió su identificación como
inspector de policía que descansaba bajo la pequeña lámpara de la mesita, la
misma que le había acompañado durante los últimos veinte años y que le
recordaba a tiempos felices de juventud en los que discernir el bien del mal le
resultaba tan sencillo como subir escaleras con agilidad. En la actualidad
ambas situaciones le parecían ya lejanas. Su indispensable bastón le esperaba
arrimado a una silla en la que también había dejado su sombrero. Asiendo ambos,
se despidió de su mujer con un beso.
Ésta le observó marchar por la puerta del domicilio preguntándose, una
vez más, si su marido regresaría sano y salvo para la cena. Sabía que tenía
enemigos, sabía que la muerte le acechaba. La guerra no había terminado para
ella.
—Buenos días inspector Sierra. — Gonzalo,
su subordinado, le esperaba con su uniforme impoluto y rostro y mente inquietos
y despejados, incluso con ese aire de emoción y aventura propio de la juventud. Le recordó a sí mismo
años atrás y sonrió para sí. El joven se encontraba acompañado del sereno, un
hombre de mediana estatura ataviado con gorra de plato y bata gris. Sostenía su
inseparable chuzo, arma de asta, y un farol y sobre su pecho relucía un silbato
color bronce. Una ganzúa con decenas de llaves colgaba de su cinturón y, a
juzgar por su semblante cierto cansado y somnoliento, su ronda debía de estar
al finalizar.
—Buenos días Gonzalo. Manolo —. Respondió
haciendo una inclinación de cabeza a los dos hombres. — ¿Qué les trae por aquí
a estas horas?
—Han encontrado muerta a una chica —
dijo el primero sin más rodeos —. Me hallaba haciendo guardia en comisaría
cuando uno de los hombres que la encontró vino a comunicar la noticia.
—Lo curioso son las extrañas
circunstancias — añadió el sereno — Por lo visto su cadáver apareció flotando a
la deriva, fueron unos marineros los que lo vieron. Entre ellos estaba su padre,
fíjese usted qué desgracia.
Sierra asintió con gravedad pensando en la penosa tarea que les esperaba
aquel día —Tendremos que ir a interrogar a su familia — resolvió. — Usted nos
acompañará hasta el domicilio ¿Verdad, Manolo?
—Por supuesto — respondió el hombre con un marcado acento del
norte. — La casa no se encuentra lejos de aquí, les abriré la puerta.
Los tres hombres caminaron por las calles prácticamente desiertas de la
villa. Hacía seis años que la guerra había terminado, pero allá donde uno
dirigiera su mirada, podía ver las secuelas de aquel periodo de devastación.
Aún quedaban edificios reventados por bombas o calcinados por el fuego, restos
de lo que habían sido parques y avenidas descansaban a la espera de ser
reparados y vivir épocas mejores.
A esas horas de la madrugada, algunos pequeños comerciantes comenzaban a
abrir su negocio: panaderos, que elaboraban la masa con la escasa materia prima
de la que disponían, artesanos y empresarios textiles que confeccionaban sus
productos para intentar venderlos a lo largo del día a aquellos que pudieran
permitírselo.
Para la mayoría de la población, el discurrir de su vida venía marcado
por la penuria, la escasez y la miseria, e incluso el miedo a la libre
exposición de sus ideas. Los españoles continuaban con sus vidas intentando
hacerse un hueco en aquel país que soñaba con volver a renacer.
El sereno abrió la puerta de la modesta casa donde vivía la familia de
la joven fallecida y se despidió deseándoles suerte en su cometido. El edificio
de ladrillo rojo y dos plantas estaba situado en pleno corazón del barrio de
pescadores de la pequeña villa industrial. La voz de la tragedia había corrido
como la pólvora y algunas miradas curiosas se escondían tras las cortinas de
las casas colindantes. Sierra observó cómo Gonzalo tragaba saliva, los
marineros eran gente humilde pero dura como el acero y curtidos en mil batallas
contra el mar. No serían huesos fáciles de roer en la investigación.
La destrozada familia les esperaba.
Hola!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este primer capítulo, tiene la intriga suficiente como para seguir leyendo. Ya estoy deseando leer el siguiente ;)
Saludos! xD
Se ha acabado en el lugar justo a ver que tal la segunda
ResponderEliminar¡¡Muchas gracias a los dos!! Muy pronto el capítulo 2.
ResponderEliminarEsperamos que os siga enganchando.
Compro vocal y resuelvo. Luisa tenía un novio secreto que la asesinó porque él era psicópata.
ResponderEliminarOkno. Era una bromita ^.^'
Voy a seguir leyendo y os sigo chao!
jajajaja, Muchas gracias por seguirnos!!!
ResponderEliminarY bueno... podría ser, pero habrá que seguir leyendo!!;)
Saludos!!
Sabes cómo crear suspenso. Felicidades.
ResponderEliminar¡Gracias! :D
EliminarLa hermana participa poco y haría falta más detalles sobre su lenguaje no verbal. Pero ciñendome al relato, estoy entre el padre y la madre. El padre cuenta muchos detalles, más de los que debería saber. Ademas, después de reconocer el vestido de su hija, luego da la "razón" (no lo niega) al inspector cuando éste le dice que era muy arriesgado tirarse. Además, cuando habla sobre el vestido de su hija mira a su mujer. Es como si el padre hubiera actuado como guiado por la mujer. Es decir, la mujer es el motivo. Si es por miedo a ésta o porque la hija podía desvelar algo que nadie debía saber, es un tema.
ResponderEliminarTambién pudo ser la propia hija la que se tirase justo en el lugar donde sabia que su padre la iba a encontrar, como una llamada de alarma. Quizás la madre tenía celos de su hija y nunca la había dejado acercarse a su padre. El padre, bajo el dominio de su mujer nunca acudió a las demandas de auxilio de sus hijas y por lo tanto la hija buscó la aceptación y la atencion del padre hasta que se le ocurrió la estúpida idea de hacerles sentir culpable de esa manera.
ResponderEliminarTambién pudo ser la propia hija la que se tirase justo en el lugar donde sabia que su padre la iba a encontrar, como una llamada de alarma. Quizás la madre tenía celos de su hija y nunca la había dejado acercarse a su padre. El padre, bajo el dominio de su mujer nunca acudió a las demandas de auxilio de sus hijas y por lo tanto la hija buscó la aceptación y la atencion del padre hasta que se le ocurrió la estúpida idea de hacerles sentir culpable de esa manera.
ResponderEliminarLa hermana participa poco y haría falta más detalles sobre su lenguaje no verbal. Pero ciñendome al relato, estoy entre el padre y la madre. El padre cuenta muchos detalles, más de los que debería saber. Ademas, después de reconocer el vestido de su hija, luego da la "razón" (no lo niega) al inspector cuando éste le dice que era muy arriesgado tirarse. Además, cuando habla sobre el vestido de su hija mira a su mujer. Es como si el padre hubiera actuado como guiado por la mujer. Es decir, la mujer es el motivo. Si es por miedo a ésta o porque la hija podía desvelar algo que nadie debía saber, es un tema.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus comentarios, Serenity!! Me encanta el análisis que has hecho a la familia de Luisa tratando de obtener alguna pista partiendo de los gestos y las miradas durante el interrogatorio del inspector.
ResponderEliminarTodavía no sabemos cual va a ser exactamente el papel de cada uno de ellos a lo largo de la historia, pero sí que has dado una pista a los lectores con respecto a qué es en lo que se tienen que fijar ;)
Sigue leyendo y espero volver a leer tus interesantes hipótesis por aquí !!
Saludos!!! :D
Gracias por recomendarlo... hasta ahora buenísimo
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